Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1869-1871 (Cortes Constituyentes de 1869 a 1871)
Sesión: 17 de febrero de 1869
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Orense (Marqués de Albaida)
Número y páginas del Diario de Sesiones: 6, 63 a 65
Tema: Actas electorales de Valladolid. Intervención y manipulación del Gobierno en las elecciones

El señor Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Señores Diputados, para el Sr. Marqués de Albaida y para algunos de sus dignos compañeros todo ha sido aquí desgraciadamente malo: malo el Gobierno provisional, malo el decreto electoral, malos los representantes del Gobierno en las provincias, malas las elecciones, malos los electores, y hasta malos los Diputados. No hay aquí nada que de ese torrente de males haya salido incólume, puro, inmaculado: no hay aquí nadie más que el Sr. Marqués de Albaida, sus dignos compañeros y los electores que les han dado sus votos.

Señores ¡qué grandísima contradicción! Todo ha sido malo: el Gobierno provisional no es más ni menos que la continuación de los Gobiernos contra los cuales tanto combatimos juntos: las elecciones se han hecho pésimamente; y sin embargo, señores, los que tal dicen no han tenido que impugnar hasta ahora más que tres actas, cuando hoy hay admitidos ya en las Cortes más de 200 Diputados. El primer ejemplo de que hay memoria en este país, que al día siguiente de haberse abierto las puertas de esta Cámara podrían estar constituidas las Cortes Constituyentes. Ante los hechos, las declamaciones de S. S., las generalidades, las frases que emplea más o menos oportunamente, nada significan, Sr. de Albaida, créamelo S.S.

Empezó S. S. atacando el decreto electoral. No es ésta la ocasión oportuna para discutirlo; pero a mí me basta decir a S.S. que me haga el obsequio de ponernos de manifiesto otro más liberal y hecho de mejor buena fe, no ya en los pueblos de Europa, sino en alguna parte del mundo: tráiganos S. S. un decreto electoral en que haya más libertad, se den mayores garantías al elector y en que el Gobierno tenga menos participación en las elecciones.

Señores, el Gobierno provisional ha sido en esto tan escrupuloso que ha querido hacer un decreto electoral de tal manera confeccionado que no tuviera necesidad de intervenir para nada en las operaciones de la elección. Hasta tal punto creía haberlo conseguido que, si no hubiera sido por la cuestión de orden público, y quizás más que por la cuestión de orden público en sí, porque en ella habrían podido influir muchos amigos del Sr. Orense, el Ministro de la Gobernación estaba resuelto, y así lo dijo a sus compañeros, a hacer venir a Madrid a los gobernadores mientras las elecciones tenían lugar. Es decir, que el Gobierno cuidó sobre todo, no solamente de no influir en las elecciones, sino de no dar pretexto siquiera para que se pudiera sospechar de que el Gobierno trataría de utilizar los medios y recursos que tiene dentro de la misma ley electoral. Nada ha tenido que ver el Gobierno, ni nada tiene que hacer en las operaciones electorales, porque lo que ha querido siempre es que pasen todas ellas a las corporaciones populares, a las que creo que el Sr. Marqués de Albaida no podrá oponer el menor reparo.

Pero ha habido más, y con esto voy a contestar a otro ataque que S. S. ha dirigido al Gobierno provisional. El Gobierno, se dice, pudo haber adelantado algo los días de la elección. Pues, señores, el Gobierno no lo quiso hacer, porque habiendo tenido qua variar casi por completo la administración del país, removiendo, por tanto, todos los funcionarios públicos, creyó que debía hacerlo antes del período electoral para que nunca se pudiera decir que ese cambio de destinos era con el objeto de influir en las elecciones. Por esto llevó su buena fe hasta el punto de retrasar las elecciones, a fin de que no hubiera ni aun ese pretexto de combate para el Gobierno. [63]

Con esto está contestando al ataque que S.S. ha dirigido al Gobierno diciendo que ha repartido destinos y credenciales con el objeto de influir en la elección. No; el Gobierno no ha dado nada con motivo de la cuestión electoral. ¡Ojalá pudiera yo decir lo mismo respecto de alguno de los amigos del Sr. Orense! Es verdad que no han dado destinos ni credenciales; pero en cambio han dado otra cosa de que no podían disponer, pues que han ofrecido la repartición de bienes y tierras que no eran suyos. (Varios señores de la izquierda piden la palabra: también lo hacen otros señores de la derecha: momentos de confusión).

El Sr. PRESIDENTE: Orden, señores: sin orden no puede haber Congreso, y lo que es peor, no puede haber dignidad en las Cortes.

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): De la misma manera y con la misma calma con que ha oído el Ministro de la Gobernación que ofrecía destinos y daba créditos y prometía otras cosas, de la misma manera y con la misma calma deben oír los señorees que se sientan enfrente el que yo diga que ofrecían lo que no tenían derecho a ofrecer. (Vuelven a pedir la palabra algunos señores: crece la confusión).

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Yo he dicho que en algunos puntos ha tenido gran influencia en la cuestión electoral la afrenta del repartimiento de bienes: yo he dicho que en algunos puntos ha tenido gran influencia en la cuestión electoral la cuestión social; he dicho que no son republicanos todos los que han traído a los bancos de enfrente a los que no ocupan. No; en un parte han sido los socialistas, han sido aquellos que piensan y proclaman la repartición de bienes: en otros, en los países industriales, han sido los que piden el derecho al trabajo: en otros los que pregonan la abolición de las contribuciones: en otros ha sido el ofrecimiento de la amortización de las rentas: en cada provincia y en cada país ha habido una bandera, la bandera que más podía halagar el carácter, los instintos, la circunstancias y hasta las pasiones de sus habitantes.

¿Cuál ha sido la bandera comí que aquí os ha traído? Esto que es conocido de todos, esto que es sabido por todos, esto que se puede acreditar cuando se quiera, esto os asombra, esto os molesta, y esto os saca de quicio hasta el punto de interrumpirme después de haber tenido yo la grandísima calma de haber oído los injustísimos ataques y las violentas inculpaciones que me habéis dirigido. (Varios Sres. Diputados. Bien, bien: Rumores en la izquierda)

El Sr. PRESIDENTE: Suplico a los Sres. Diputados que no interrumpan, porque al que interrumpa le llamaré especialmente al orden. Puede V.S. continuar.

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Decía el SR. Orense: el Gobierno ha apelado a todos los recursos, a todos los medios a los que apelaban los Gobiernos anteriores para ganar las lecciones; y entre los recursos que utilizaba, uno de ellos eran los telégrafos.

Señores, el Gobierno no ha abusado para nada del telégrafo; el Gobierno ha hecho uso del telégrafo para asegurar la libertad del elector y la legalidad de las elecciones y para evitar que fueran a las juntas de escrutinio esas actas en blanco de que nos ha hablado el Sr. Marqués de Albaida, sin decirnos en qué punto ha tenido eso lugar.

Señores, no basta aquí hablar de abusos, no basta hablar de arbitrariedades del Gobierno; en necesario concretarlas, determinarlas, definirlas. Pues qué, si eso es verdad, si en efecto ha habido todos esos abusos, si los gobernadores han faltado a sus deberes, ¿No tiene el señor Marqués de Albaida y sus dignos compañeros la sanción penal en el mismo decreto electoral? ¿A qué gobernador han llevado al Tribunal Supremo todos esos que le escriben al Sr. Marqués de Albaida cartas llenas de improperios sin probar nada? ¿Por qué no acuden al Tribunal Supremo, donde hallarán a su lado al Gobierno para encausar a los gobernadores que hayan faltado a sus deberes?

Cíteme el Sr. Marqués de Albaida los gobernadores que han faltado a su deber cometiendo actos ilegales y los secretarios que hayan enviado las actas en blanco, y le prometo a S.S. que yo mismo las llevaré a los tribunales. Pero venir a molestar al Gobierno con generalidades, sin fijar nada, sin determinar nada, sin referirse a nada, y cuando se cita un caso concreto decir: "yo no me refería a ese," y cuando se cita otro decir:" tampoco a ese me he referido..." ¿Pues entonces a qué se refiere S.S.? (El Sr. Orense: A la generalidad.)

Aquí no hay generalidad: o se falta, o no se falta a su deber por parte del Gobierno y de las autoridades, ¡Cómo! ¡Cuándo! ¡Dónde! ¡Por quién! ¡Ah, señores! Es sensible lo que está pasando aquí. Los que se llaman más liberales que nosotros vienen a atacar al Gobierno que hace poco, porque no se hace nunca lo bastante cuando se trata del bien de la patria, pero que ha hecho y hace lo que puede, de la misma manera y con las mismas armas que lo están haciendo los partidarios de Doña Isabel de Borbón.

Eso mismo dicen y con la misma vaguedad y hasta don las mismas palabras los eternos enemigos de nuestras libertades, los partidarios de Doña Isabel de Borbón y del titulado Carlos VII.

No envidio al Sr. Marqués de Albaida ni a sus dignos compañeros tan honrosa, tan digna y tan patriótica compañía. (Bien, bien.)

De los telégrafos, señores, no ha abusado el Gobierno más que para decir la verdad sin exageración de ninguna especie. Yo no puedo decir lo mismo de los amigos de su señoría. El Gobierno ha sido en este punto tan liberal, y ha sido tan tolerante que ha permitido decir lo que quizás no era conveniente que se dijera. Entre otros hechos, citaré un o solo, porque quiero molestar lo menos que pueda a las Cortes Constituyentes.

Tuvo lugar en Madrid, señores, una manifestación republicana, a la cual asistieron, contados en muchos puntos diversas personas prácticas en esas cosas, de siete a ocho mil republicanos.

¿Saben las Costes Constituyentes lo que, por medio del telégrafo que dice el Sr. Marqués de Albaida que monopoliza el Gobierno, dijeron los republicanos a las provincias? ¡Qué habían asistido 90000! Y sin embargo, el Gobierno que monopoliza el telégrafo, según el Marqués de Albaida, dejó pasar el parte. ¿Y qué había de hacer? Lo dejó pasar, y se rió de semejantes medios.

Sí, señores; en el parte se decía: " la manifestación republicana ha tenido lugar: 90000 republicanos se han reunido: la república es un hecho en este país" ¡Y eran entre todos 7000 republicanos, contando hombres, ancianos, mujeres y niños!

Pues bien, Sr. Marqués de Albaida, yo le suplico a su señoría una cosa: que siempre que ataque al Gobierno o me ataque a mí, lo haga como lo hago yo, citando hechos concretos: el parte a que me refiero lo tengo en el despacho de telégrafos en el Ministerio de la Gobernación. [64]

Después de combatir fuertemente al Gobierno, condenando su conducta en las elecciones, el Sr. Marqués de Albaida no ha podido concretar hecho ninguno, y atribuyó el resultado de las elecciones a la manera de ser nuestros pueblos rurales. ¡Pobres pueblos y pobres electores aquellos a quienes S.S. echa la culpa del resultado de las elecciones! S.S. los ha tratado mal: yo no necesito defenderlos, defendidos están por sí mismos; pero una cosa voy a decir a S.S.: si S.S. siente lo que dice, si es verdad tanta ignorancia en los pueblos rurales, si en los pueblos rurales no hay más que caciques y gentes que obedecen ciegamente; si no hay monárquicos, ni republicanos, ni hombres políticos de ninguna especie; si votan siempre sin conciencia de su derecho, ¿qué es entonces del sufragio universal que S.S. viene aquí proclamando y pretende defenderlo mejor que nosotros? S.S., que ha dividido en dos razas a los electores, calificando a unos buenos y a otros de malos; S.S., que cree que son buenos los electores que votan a S.S. y a sus amigos, y mil los que votan a los demás; S.S., que además condena a los electores de todos los pueblos rurales de este país, ¿su señoría se llama liberal? ¿S.S. quiere el sufragio universal? S.S. no sabe entonces lo que es libertad, ni lo que es sufragio universal.

¡Ah, señores! ¿Qué ha dicho después de todo eso Sr. Marqués de Albaida? ¿Dónde están sus argumentos? ¿Qué significa el habernos hablado aquí de arroz y de bacalao, y de vino, y de huevos, y de una tortilla que no puede ser buena, compuesta de unos huevos malos, refiriéndose a los elementos que forman la mayoría?

Si yo no tuviera empacho en hacer uso en este recinto de cierto lenguaje muy propio de S.S., diría que no sé si esa tortilla que S.S. supone formada de huevos malos podrá ser buena o mala; pero yo le aseguro a S. S. que no será mucho mejor la que se forme con los republicanos demócratas y con los republicanos socialistas; ni tampoco será más sabrosa la formada con los republicanos unitarios y con los republicanos federales, ni mucho menos será la que S.S. y el general Pierrad puedan componer.

Creía yo, Sres. Diputados, que al menos en nuestras primeras sesiones, y en gracia del acontecimiento a cuya realización se debe nuestra reunión en este sitio, creía yo repito, que los que nos llamamos liberales tendríamos la suficiente abnegación para saber convertir nuestras pasadas discordias en mutuas felicitaciones por vernos aquí en gran parte reunidos después de tantas y tan varias vicisitudes, los que hemos hecho poco, que nunca es bastante lo que se hace por la patria, pero al fin lo que hemos podido por el triunfo de la revolución de Septiembre la más radical y la más profunda entre las grandes revoluciones que cuentan los anales de nuestra historia moderna; creía yo, señores, que en vez de empezar por cruzar las armas de nuestros debates parlamentarios, debía haberse empezado en los primeros momentos por cruzarse el fraternal saludo de la bienvenida entre los que, separados por los horrores de la reacción, y dispersos y diseminados en las cárceles, en los presidios, en el destierro y en la emigración, nos volvíamos a encontrar al fin, después la hubo destruido el obstáculo tradicional que se oponía al desenvolvimiento de nuestras libertades, al desarrollo de la prosperidad de la patria y a la exaltación de la dignidad del pueblo español. Creía yo, señores, que en vez y antes de dirigir nos mutuamente inculpaciones injustas, ataques violentos deberíamos haber traído a nuestra memoria un consolador y triste recuerdo para aquellos de nuestros infortunados compañeros que, habiendo empezado con nosotros la escabrosa jornada que hemos hecho, tuvieron la desgracia de quedar a la mitad del camino víctimas de su patriotismo sin tener el consuelo de ver terminada la obra para cuya realización hicieron tantos sacrificios, pasaron tantas por penalidades y afrontaron tantos peligros. Creía yo, por fin Sres. Diputados, que a la manera que el huracán, barriendo las arenas en las dunas borra las ligeras ondulaciones y las pequeñas sinuosidades del terreno, dejando salvo la altura de tu montarías y la profundidad de los valles, así el torrente revolucionario, arrancando de cuajo un trono, secular, expulsando de él una dinastía y arrastrando la vieja tradición, había también borrado y hecho desaparecer, aparte las grandes cuestiones de doctrina aquellas pequeñas escisiones, despreciables miserias que antes, en todo, por todo y para todo, nos dividían y nos despedazaban. Desgraciadamente no es así por parte de la oposición republicana, que nos ataca con el mismo encono y la insignia animosidad que empleaba contra aquellos a quienes juntos hemos combatido y a quienes la Nación debe sus grandes desgracias.

Y hasta tal punto es así, que el Sr. Marqués de Albaida, valiéndose de expresiones, no diré indignas, pero sí impropias de este sitio, no tiene inconveniente en rebajar todo cuanto hay en este recinto, llamando a los Diputados medio Diputados, suponiendo que la mayoría no está aquí legítimamente, que no representa la opinión del país, y en considerar tanto nos rodea con tono despreciativo.

No es así, Sr. Marqués de Albaida, no es, así como se contribuye a la exaltación de las instituciones liberales y de la honra de la patria.

No, Sres. Diputados: aquí están reunidas las Cortes Constituyentes; aquí están reunidos los elegidos del pueblo, en cuyas manos ha depositado la Nación sus futuros destinos; aquí están reunidos los Diputados de la Nación de cuyos acertados acuerdos depende la prosperidad de la patria; aquí están reunidos los representantes del pueblo soberano, producto nada menos que de dos millones de sufragios, y cuyo patriotismo puede asentar sobre firmísimos o indestructibles bases los principios eternos de libertad y justicia, escritos en la bandera de Ia revolución la Cádiz.

Tengámonos, pues, la consideración que recíprocamente nos merecemos; acordémonos de que juntos hemos sufrido y peleado, que para algo se ha hecho lo que se ha hecho, y que si volvemos a tener las mismas diferencias que teníamos antes, y los mismos enconos que nos dividían y destrozaban, daremos el triunfo a la reacción, que no tendrá que trabajar mucho porque nosotros le daremos hecho la mitad de su camino.

Por lo demás, señores, ¿qué he de decir yo de las actas de Valladolid si no han sido atacadas, si no han servido más que de pretexto para una discusión altamente inoportuna. Tengan paciencia los señores de enfrente; si quieren discusión, si quieren controversia, controversia y discusión tendrán: aquí estaremos, y desde este banco, desde el banco de los disputados, hemos de contestar cumplida y satisfactoriamente, a mi juicio, a todos los cargos que la oposición tenga a bien dirigirnos, y a todas esas inculpaciones que tenga a bien hacernos.



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